Comer en compañía es un acto agradable que crea lazos sociales. Michael Pollan, uno de los autores que más ha reflexionado sobre el tema de la comida, llama a esto «compañerismo de mesa» y afirma que su importancia, en la que yo estoy plenamente de acuerdo, es un punto en contra del vegetarianismo. Y en parte tiene razón.
Asumamos que opinas como Pollan y a la vez eres contrario a la carne procedente de granjas industriales. Si tu papel es el de invitado, queda fatal que no te comas unos platos que fueron preparados para ti, sobre todo (aunque él no se mete en este punto) cuando la base para rechazarlos es ética. Pero ¿hasta qué punto quedas fatal? Es un dilema clásico: ¿qué prefiero: crear una situación social cómoda o actuar de forma socialmente responsable? La relativa importancia de la ética alimenticia y el compañerismo de mesa será distinta en función de las situaciones (rechazar el pollo con zanahorias de mi abuela es diferente a pasar de unas alitas hechas al microondas).
Más importante, sin embargo, y algo que Pollan curiosamente no subraya, es que el intento de ser un omnívoro selectivo supone un golpe mucho más duro al compañerismo de mesa que el simple vegetarianismo. Supón que un conocido te invita a cenar. Puedes decirle: «Me encantaría asistir. Y, para que lo sepas, soy vegetariano». También podrías decir: «Me encantaría asistir. Pero sólo como carne procedente de granjas tradicionales». En este último caso, ¿qué haces a continuación? Probablemente tengas que enviar a tu anfitrión una lista, o un enlace web, de tiendas locales para lograr que tu respuesta sea inteligible, demás de útil a la hora de comprar la comida. Es un esfuerzo bienintencionado, pero resulta sin duda más impertinente que pedir simplemente comida vegetariana (algo que a día de hoy no requiere más explicaciones). La industria alimenticia (restaurantes, servicios de catering para líneas aéreas y universidades, menús de boda) se ha adaptado para satisfacer a los vegetarianos. No existe una infraestructura parecida para los omnívoros selectivos.
¿Y qué sucede si eres el anfitrión del ágape? Los omnívoros selectivos también comen verdura, pero lo contrario es obviamente imposible. ¿Qué opción promueve mejor el compañerismo de mesa?
Un compañerismo de mesa que, por cierto, no radica sólo en lo que entra por nuestra boca sino en lo que sale de ella. Existe la posibilidad de que una conversación sobre lo que creemos consiga generar más compañerismo que la propia comida, aun en el caso de que las opiniones de los invitados sean distintas.