viernes, 14 de septiembre de 2012

COMIDA NO CASERA


Comer en compañía es un acto agradable que crea lazos sociales. Michael Pollan, uno de los autores que más ha reflexionado sobre el tema de la comida, llama a esto «compañerismo de mesa» y afirma que su importancia, en la que yo estoy plenamente de acuerdo, es un punto en contra del vegetarianismo. Y en parte tiene razón.

Asumamos que opinas como Pollan  y a la vez eres contrario a la carne procedente de granjas industriales. Si tu papel es el de invitado, queda fatal que no te comas unos platos que fueron preparados para ti, sobre todo (aunque él no se mete en este punto) cuando la base para rechazarlos es ética. Pero ¿hasta qué punto quedas fatal? Es un dilema clásico: ¿qué prefiero: crear una situación social cómoda o actuar de forma socialmente responsable? La relativa importancia de la ética alimenticia y el compañerismo de mesa será distinta en función de las situaciones (rechazar el pollo con zanahorias de mi abuela es diferente a pasar de unas alitas hechas al microondas).

Más importante, sin embargo, y algo que Pollan curiosamente no subraya, es que el intento de ser un omnívoro selectivo supone un golpe mucho más duro al compañerismo de mesa que el simple vegetarianismo. Supón que un conocido te invita a cenar. Puedes decirle: «Me encantaría asistir. Y, para que lo sepas, soy vegetariano». También podrías decir: «Me encantaría asistir. Pero sólo como carne procedente de granjas tradicionales». En este último caso, ¿qué haces a continuación? Probablemente tengas que enviar a tu anfitrión una lista, o un enlace web, de tiendas locales para  lograr que tu respuesta sea inteligible,  demás de útil a la hora de comprar la comida. Es un esfuerzo bienintencionado, pero resulta sin duda más impertinente que pedir simplemente comida vegetariana (algo que a día de hoy no requiere más explicaciones). La industria alimenticia (restaurantes, servicios de catering para líneas aéreas y universidades, menús de boda) se ha adaptado para satisfacer a los vegetarianos. No existe una infraestructura parecida para los omnívoros selectivos. 

¿Y qué sucede si eres el anfitrión del ágape? Los omnívoros selectivos también comen verdura, pero lo contrario es obviamente imposible. ¿Qué opción promueve mejor el compañerismo de mesa? 

Un compañerismo de mesa que, por cierto, no radica sólo en lo que entra por nuestra boca sino en lo que sale de ella. Existe la posibilidad de que una conversación sobre lo que creemos consiga generar más compañerismo que la propia comida, aun en el caso de que las opiniones de los invitados sean distintas.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

COMIDA CASERA


Mi hijo tenía cuatro semanas cuando, una noche, le subió la fiebre. A la mañana siguiente le costaba respirar. Por recomendación del pediatra, lo llevamos a urgencias, donde se le diagnosticó un VRS (virus respiratorio sincitial), que a menudo se expresa en los adultos como resfriado común, pero que en bebés puede resultar tremendamente peligroso, incluso letal. Acabamos pasando una semana en la unidad de cuidados intensivos
de pediatría; mi mujer y yo nos turnábamos para compartir el sillón del cuarto del niño y la butaca de la sala de espera.

Durante el segundo, tercer, cuarto y quinto día, nuestros amigos Sam y Eleanor nos trajeron comida. Montones de comida, mucha más de la que podíamos comer: ensalada de lentejas, trufas de chocolate, verduras asadas, nueces y fresas, risotto de champiñones, crepes, judías verdes, nachos, arroz integral, copos de avena, mango seco, pasta primavera, chile... Todo comida casera. Podríamos haber comido en la cafetería del hospital o haber pedido que nos subieran algo. Y ellos podrían haber expresado su amor mediante visitas y palabras cariñosas. Pero nos trajeron toda esa comida, y era un detalle que necesitábamos. Por ésa, más que por cualquier otra razón (y conste que hay muchas), este libro está dedicado a ellos.

Al sexto día, mi esposa y yo pudimos abandonar el hospital juntos por vez primera desde nuestra llegada. Nuestro hijo se había recobrado sin lugar a dudas y los médicos nos dijeron que podríamos llevarlo a casa a la mañana siguiente. Oíamos alejarse el silbido de la bala. De manera que en cuanto se durmió (y tras dejar a mis suegros apostados al lado de su cama), cogimos el ascensor y salimos al mundo real.

Nevaba. Los copos de nieve eran enormes, surrealistas, distintos y tan perdurables como los que hacen los niños con bolas de papel blanco. Anduvimos como sonámbulos por la Segunda Avenida, sin rumbo, y terminamos en un restaurante polaco. Unos ventanales enormes daban a la calle, y los copos de nieve se pegaban a ellos durante unos segundos antes de caer definitivamente. No recuerdo lo que pedí. No recuerdo si la comida era buena. Fue el mejor banquete de mi vida.

lunes, 10 de septiembre de 2012

CFE


Las CFE (Exenciones Agrícolas Comunes) legalizan cualquier método de criar animales en granjas mientras se trate de una práctica común dentro de la industria. En otras palabras, los granjeros (empresas corporativas sería la palabra adecuada) tienen el poder de definir la crueldad. Si la industria adopta una práctica (extirpar apéndices indeseados sin analgésicos sería un ejemplo, pero podéis dejar volar la imaginación al respecto), ésta se convierte en legal automáticamente.

Las CFE se dictan estado por estado, y oscilan de lo perturbador a lo absurdo. Tomemos Nevada. Bajo sus CFE, las leyes por el bienestar del estado no pueden fomentar «la prohibición o interferencia con los métodos establecidos de cría animal, incluyendo la crianza, manejo, alimentación, alojamiento y transporte de animales de granja o ganado». Dicho de otro modo, lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas.
Los abogados David Wolfson y Mariann Sullivan, expertos en el tema, explican:
Ciertos estados mencionan exenciones específicas en lugar de abordar las prácticas en su conjunto... En Ohio los animales de granja están exentos de los requerimientos de «ejercicio saludable y cambio de aires» y Vermont no los contempla en su normativa contra la crueldad animal, que considera ilegal «atar, amarrar o restringir de movimientos» a un animal de una forma que sea «inhumana o perjudicial para su bienestar». La conclusión lógica a la que llegamos todos es que en Ohio se niega a los animales de granja el ejercicio y el aire libre, y que en Vermont estos son atados, amarrados o restringidos en sus movimientos de una forma inhumana.

viernes, 7 de septiembre de 2012

CAFO

Operativo de Alimentación Concentrada de Animales (CAFO), es decir, granja industrial. Lo cierto es que este término formal fue acuñado no por la industria de la carne sino por la Agencia de Protección Ambiental (ver ECOLOGISMO). Todas las granjas industriales dañan a los animales en modos que serían ilegales según la legislación menos protectora posible de los animales. Por ejemplo, las CFE.

martes, 4 de septiembre de 2012

AVES EN JAULAS



¿Es un ejemplo de antropomorfismo tratar de imaginarse a uno mismo enjaulado en una granja? ¿Es antroponegación no hacerlo?

Una jaula típica para gallinas ponedoras tiene unos cuatrocientos treinta centímetros cuadrados de suelo: una distancia que se halla entre el tamaño de un folio y el de una página impresa. Esas jaulas se apilan en columnas de entre tres y nueve unidades —Japón posee la unidad de jaulas más alta, que alcanza los dieciocho pisos— en cobertizos sin luz.

Imaginad que os halláis en un ascensor abarrotado, un ascensor tan abarrotado que no os podéis dar la vuelta sin chocar (y por tanto molestar) al vecino. El ascensor está tan abarrotado que los pies no os tocan el suelo. Esto es en el fondo una bendición, ya que el suelo de rejilla está hecho de alambre, lo que os provoca cortes en los pies.

Pasado un cierto tiempo, los ocupantes del ascensor perderán su capacidad de trabajar en interés del grupo. Algunos se volverán violentos; otros enloquecerán. Unos cuantos, privados de comida y de esperanza, optarán por el canibalismo.

No hay respiro, ni alivio. Ningún reparador de ascensores va de camino. Las puertas se abrirán una sola vez, al final de tu vida, para dar paso a un viaje al único sitio que puede ser peor (ver PROCESAMIENTO).

sábado, 25 de agosto de 2012

AVES (POLLOS, GALLINAS)


No todas las aves de corral tienen que soportar la vida en jaulas. Sólo en este sentido puede decirse que los pollos (los que se convierten en carne, en oposición a las gallinas ponedoras) tienen suerte: consiguen al menos unos novecientos treinta centímetros cuadrados de espacio. 

Para los no granjeros lo que acabo de escribir puede resultar confuso. Es probable que para la mayoría los pollos sean sólo pollos. Pero, durante el pasado medio siglo, han existido en realidad dos clases: los pollos propiamente dichos, que se usan para carne, y las gallinas ponedoras, cada uno con distinta genética. A veces los englobamos bajo el mismo nombre, pero sus cuerpos y metabolismos son radicalmente distintos, y están preparados para cumplir «funciones» diferentes. Las gallinas ponen huevos (producción que se ha doblado desde los años treinta). Los pollos se comen (en el mismo periodo, han sido preparados para crecer el doble de tamaño en la mitad del tiempo. Antaño estas aves tenían una esperanza de vida de quince a veinte años, pero el típico pollo de hoy muere aproximadamente a las seis semanas. Su tasa de crecimiento diario se ha incrementado en un 400 por ciento). 

Esto suscita toda clase de extrañas cuestiones, cuestiones que antes nunca había tenido motivo para preguntarme, como: «¿Qué pasa con la descendencia masculina de las gallinas ponedoras?» Si el hombre no los ha escogido para servir de comida, y es evidente que la naturaleza tampoco los ha diseñado para poner huevos, ¿para qué sirven? 

Para nada. Por eso, la mitad de los pollitos nacidos en Estados Unidos (más de 250 millones de pollitos al año) son destruidos. 

¿Destruidos? Parece una palabra de la que merece la pena saber más. La mayor parte de los pollitos son destruidos mediante un proceso de succión que los conduce a través de una serie de tubos hasta depositarlos en una placa electrificada. No es la única forma, aunque resulta imposible saber cuáles son más afortunados. Algunos van a parar a enormes contenedores de plástico. Los débiles quedan aplastados al fondo, donde se ahogan lentamente. Los fuertes se ahogan lentamente en la parte superior. Otros pasan, plenamente conscientes, a los «maceradores» (que viene a ser un astillador de madera para pollos). 

¿Cruel? Depende de tu definición de la crueldad (ver CRUELDAD).

jueves, 16 de agosto de 2012

EL HOMBRE



ANTROPOCENTRISMO

La convicción de que el ser humano es el elemento cumbre de la evolución, la regla apropiada por la que medir las vidas de otros animales y el propietario, por derecho propio, de todo ser vivo.


ANTROPOMORFISMO

El impulso de proyectar la experiencia humana sobre el resto de los animales, como cuando mi hijo pregunta si George se sentirá sola. La filósofa italiana Emanuela Cenami Spada escribió:
El antropomorfismo es un riesgo que debemos correr, porque debemos referirnos a nuestra propia experiencia humana con el fin de formular preguntas sobre la experiencia animal... La única cura disponible [para el antropomorfismo] es la crítica continuada de las definiciones con las que trabajamos con el fin de dar respuestas más adecuadas a las preguntas, y a ese problema embarazoso que nos presentan los animales.
¿Cuál es ese problema embarazoso? Que no simplemente proyectamos las experiencias humanas sobre los animales; somos (y a la vez no somos) animales.


ANTROPONEGACIÓN

El rechazo a otorgar parecidos significativos entre la experiencia humana y la del resto de los animales, como cuando mi hijo me pregunta si George se sentirá sola cuando nos marchemos y yo le digo: «George no se siente sola.»